Obama anuncia una nueva era de liderazgo con una diplomacia desmilitarizada
En una defensa de su estrategia en política exterior, dijo que su país siempre “debe liderar en el mundo”, pero sin que la hegemonía se base sólo en el uso de la fuerza.
Fue una escenografía cargada de simbolismo. El presidente norteamericano, Barack Obama, eligió la academia militar de West Point, la escuela de guerra más antigua de este país, para terminar de delinear su política exterior bajo la convicción de que Estados Unidos “debe liderar en el mundo”, pero con una diplomacia desmilitarizada.
“Estados Unidos siempre deberá liderar en la escena mundial. Si no lo hacemos nosotros, nadie más lo hará”, arrancó el presidente, ante los cadetes que egresaban de la escuela militar.
Ante ellos encontró las palabras justas para definir su teoría. “Las fuerzas armadas que ustedes integran son y siempre serán la espina dorsal de este liderazgo”, dijo.
“Pero la acción militar de Estados Unidos no puede ser siempre el principal ni el único componente de nuestro liderazgo en todas las instancias”, matizó, en lo que muchos interpretaron como una nueva vuelta a su búsqueda de presencia en el escenario internacional que no descanse sobre el poder de fuego.
No todos quedaron satisfechos. “El presidente nos ata las manos en muchos aspectos”, avanzó ayer un editorial del influyente diario The Washington Post, usualmente cercano a las posiciones del gobierno demócrata.
“Esto no tiene nada de nuevo y encima nos muestra un presidente que parece discutir consigo mismo”, descalificó, en el otro extremo, el estratega republicano Karl Rove, ex asesor de George W. Bush.
De hecho, muchos leyeron el mensaje como una clara diferenciación de la teoría de su predecesor republicano, que lanzó al país a dos guerras de difícil cierre. Por el contrario, la posición que defendió fue la de que no siempre hay una solución militar para cada problema.
No fue sólo teoría. En medio de su argumentación, el presidente expuso una propuesta bien concreta. Pidió al Congreso la aprobación de una partida de 5000 millones de dólares para “entrenar tropas” de países aliados.
Es el primer gesto concreto de la diplomacia que quiere enarbolar. Una en la que, salvo raras excepciones, el protagonismo militar no sea norteamericano, sino de las fuerzas de la zona en cuestión.
El gesto, de hecho, anticipa lo que se viene una vez que concrete el retiro de las tropas de Afganistán. Significa, también, el primer termómetro concreto de la doctrina exterior por la que viene bregando.
“Es una teoría sumamente interesante que costará llevar a la práctica”, anticipó Michelle Flournoy, ex subsecretaria de Defensa en el primer mandato de Obama y quien, en su momento, fue la mujer con más alto cargo en esa cartera.
Justamente, en el terreno práctico, lo que dijo ayer Obama puede interpretarse en pasos concretos. Significa que Estados Unidos no intervendrá militarmente en Siria, donde la hipótesis de máxima pasó a ser una ayuda militar a rebeldes moderados en forma de entrenamiento militar.
También implica que, tras la retirada en 2011 de Irak y después de haber anunciado esta misma semana una fecha concreta para el final de la guerra en Afganistán -en diciembre de 2016- lo que cabe esperar es un retorno fuerte al foco antiterrorista en Medio Oriente y en África. Ésa fue la impresión recogida en fuentes cercanas a la administración en diálogo con corresponsales extranjeros, entre ellos de LA NACION.
EXCEPCIÓN
La única excepción que admitió Obama para avalar una intervención militar del país en solitario será aquella que responda a una “amenaza directa” a los intereses y la seguridad de Estados Unidos. “La amenaza más firme sigue siendo la del terrorismo”, insistió el presidente, que destinará para combatirlo parte de ese fondo de 5000 millones de dólares.
Pero el eje de la política exterior no será la fuerza militar, sino la defensa de los valores y la diplomacia. Lo que muchos llamaron aquí “obamismo puro” (ver aparte).
“Estados Unidos rara vez estuvo tan fuerte ante el resto del mundo como ahora”, afirmó el mandatario ante los hombres y mujeres de uniforme. Una apelación que pareció directa a quienes aseguran que su administración debilitó la imagen exterior del país.
“Nunca Estados Unidos estuvo tan fuerte. Pero lo que nos hace excepcionales no es nuestra capacidad para ignorar las normas internacionales y el Estado de Derecho, sino, por el contrario, nuestra voluntad de afirmarlas a través de nuestras acciones”, aseguró.
“Los valores y las tradiciones jurídicas norteamericanas no permiten la detención por tiempo indeterminado de personas más allá nuestras fronteras”, indicó, de paso, al volver al ejemplo máximo de lo que no desea: la cárcel de Guantánamo, en Cuba.
El presidente norteamericano volvió a comprometerse con su cierre, un objetivo con el que, sin embargo, tropieza desde que llegó a la Casa Blanca.
ENFOQUES CON IMPACTO GLOBAL DESDE 1981
Ronald Reagan
Fue la piedra angular de la política exterior norteamericana desde 1981 hasta el final de la Guerra Fría, en 1991, para combatir la influencia mundial ejercida por la URSS. Washington apoyó movimientos políticos e insurgentes que rechazaban el comunismo en varias regiones del mundo, al tiempo que buscaba impulsar en esos países sistemas políticos orientados al capitalismo
Bill Clinton
Intensificó la exportación de la democracia y del libre mercado, y se enfocó en las “guerras humanitarias” o intervenciones militares en Estados donde se realizaban persecuciones o asesinatos en masa por diferencias étnicas o religiosas, principios ligados a las administraciones demócratas
George W. Bush
De las más polémicas en más de un siglo, la doctrina de guerras preventivas fue consecuencia directa de los ataques del 11 de Septiembre; sostenía que Estados Unidos debía derrocar regímenes extranjeros que representaran una supuesta amenaza para la seguridad norteamericana o del mundo, incluso en ausencia de agresión o si esa amenaza no fuera inmediata.