MACRI choca con la calle. Miles de argentinos salen con furia a intentar detener reformas
Hace 58 días, después de la victoria electoral, fue posible conjeturar que Mauricio Macri iniciaba una nueva era de su gobierno. Que le abría las ventanas a supuestos 6 años de poder, incluída la reelección del 2019. Luego de lo ocurrido el lunes en el Congreso –con el acopio de antecedentes de la semana anterior—podría arriesgarse un pronóstico distinto. Aquel nuevo ciclo no estaría en condiciones de garantizar tanto. Sólo la certeza que el Presidente ha mostrado temple para atravesar un temporal en condiciones adversas. Queda por delante un horizonte brumoso.
¿Cómo pudo registrarse en una exhalación un cambio tan drástico? Porque la Argentina representa, en esencia, un país en estado líquido. Una definición que cabe a la clase política, la empresaria, la sindical, al sistema institucional y a la propia sociedad. Cuyas convicciones parecen anclarse demasiado en los estados del humor.
La aprobación de la nueva fórmula para ajustar los haberes de los jubilados posibilitó, al menos, cuatro conclusiones. El Gobierno victorioso estará obligado a transitar dos años ante una oposición derrotada hace poco. Aunque más enconada. Y con una conducción versátil. Dispuesta, incluso, a convertirse si hace falta en funcional a la violencia. El kirchnerismo y la izquierda intransigente actúan de común acuerdo. El Frente Renovador de Sergio Massa está a menos de un paso de abrazarlos.