El valor de la palabra empeñada, por Cristián Labbé
El Valor de la Palabra Empeñada.
Cristián Labbé Galilea
Los temas dieron para “un barrido y un fregado”; una animada conversación junto a una moderna parrilla sustituyó a nuestra habitual tertulia; un improvisado quincho remplazó a la tradicional ramada; el otrora cordero al palo cedió al choripán y al asado tira; como siempre las discusiones giraron en torno a cuestiones políticas, entre ellas cómo los diferentes actores se estaban aprovechando de septiembre para llevar agua a sus molinos.
Entre los presentes fue recurrente el malestar por la forma en que se corrompía la memoria y se falseaba la historia…: “el 11 se pudo haber evitado…; Allende iba a llamar a un plebiscito…; nunca se estuvo al borde de una guerra civil…; la violencia terrorista era solo un tema retórico…; la Democracia Cristiana nunca estuvo de acuerdo con la intervención militar…” ¡Suma y sigue…!
Lo que más concitó molestia en los presentes fue el que se dijera que nadie había llamado a los militares y mucho menos que los habían apoyado, y que ahora todos se arrogan el haber sido los artífices de la recuperación de la democracia y los virtuosos proyectistas del progreso del país.
Comentamos que a 30 años del plebiscito de 1988 se programaban eventos con bombos y platillos, y se repetía la falaz versión de que “se derrotó a la “dictadura” sólo con papel y lápiz…” (Cuando el propio Teillier reconoce que no fue sólo con papel y lápiz, en una clara alusión al fusil terrorista).
En estos días, afectados por una “amnesia consciente”, unos parecieran no recordar los hechos y otros, aun habiendo sido parte de ellos, prefieren hacer “la vista gorda” de lo que sucedió en aquellos años y en los siguientes.
Hoy el mundo de la política no recuerda que los militares -desde el primer día- fijaron formalmente el itinerario que seguiría el curso de la reconstrucción de nuestra democracia; tampoco se acuerdan de quienes ejercieron la oposición al gobierno militar con una virulencia y una violencia no antes vista; mucho menos reconocen que fueron los militares quienes convocaron al plebiscito, los que lo garantizaron y los que respetaron dignamente los resultados…
En estas fechas son escasos los que reconocen el curso de la historia y que fueron los militares los que recuperaron nuestra democracia cumpliendo -como siempre lo han hecho- con la palabra empeñada…
Ante los ojos del mundo no existe otro caso donde los militares hayan entregado el poder a sus más enconados opositores, con tanta formalidad y transparencia como se hizo en nuestro país, y donde la historia se haya tergiversado tan mañosamente.
Al terminar nuestra parrillera tertulia señalé que había que tener la fuerza que daba el orgullo de haber cumplido con la palabra empeñada porque, si bien en estos días había una obsesión por vestirse con el triunfo en el plebiscito del 88, debíamos considerar que la historia -siempre más justa que los hombres- reconocerá que fueron los soldados los verdaderos vencedores de aquella gesta, porque siempre… ¡una noble derrota, tiene la dignidad que una ocasional victoria… no conoce! (J.L.Borges)