Costa Rica y los cuatro días más asombrosos de la historia
La gran revelación. Los Ticos vencieron a dos campeones del mundo: Uruguay (último ganador de la Copa América) e Italia (vigente subcampeón de la Eurocopa). Así, también eliminó a Inglaterra. Se trata de una de las hazañas más increíbles de los Mundiales.
En el centro del campo de juego del Arena Pernambuco, de Recife, un grupo de jugadores salta, se abraza, grita. Algunos sollozan alegres, otros no lo pueden creer, todos lucen felices, desbordados por esa sensación que no les cabe en el cuerpo, ya cansado. Ahí está Bryan Ruiz -el capitán, el autor del gol de la victoria imposible- que muestra la sonrisa más ancha de su vida para todo el mundo. La FIFA lo eligió -con razón- como el jugador del partido. Cerca de él se miran asombrados otros dos emblemas del equipo: el arquero Keylor Navas -figura del Levante; hace un mes pretendido por el Barcelona- y el delantero Joel Campbell, joya naciente en la constelación del Arsenal. También están los otros audaces que tanto hicieron para que ese precioso desenlace sucediera. Es la escena que continúa al milagro: un puñado de minutos antes, todos ellos vencieron a Italia. Son los mismos que cuatro días antes habían vencido a Uruguay, en Fortaleza.
No es una exageración: Costa Rica construyó bajo el cielo de Brasil los cuatro días más asombrosos de la historia de los Mundiales. Lo explicó en pocas palabras y con mucho sentido el capitán Ruiz: “Nos dijeron que estábamos en el Grupo de la Muerte. Pero nosotros seguimos vivos…”. Realidad pura: en ese grupo D, Inglaterra -rival del martes, en Belo Horizonte- ya sabe que no continuará en el Mundial. Mientras tanto, sus dos vencidos -Uruguay e Italia- deberán definir en una final adelantada quién sigue y quién se va. En definitiva, en el grupo de los tres campeones del mundo el vencedor fue la postergada cenicienta.
Hay otro personaje emblemático en el festejo. Y no es costarricense. Se llama Jorge Luis Pinto, nació en San Gil -Colombia- y, según dicen los especialistas, es uno de los entrenadores que más sabe sobre el fútbol de Centroamérica y del Caribe. Ahora, en su primer Mundial, lo está demostrando: seis puntos de seis posibles frente a gigantes (Italia, subcampeón de Europa, y Uruguay, último campeón de la Copa América). Fue campeón en las cuatro Ligas en las que dirigió en la región: Colombia, Perú, Costa Rica y Venezuela. El año pasado, con el seleccionado costarricense, también ganó la Copa de Centroamérica. Pero en estos cuatro días sin olvido ganó algo mucho más grande: se convirtió para siempre en una leyenda de La Sele.
Pinto tiene un apodo que él justifica al borde del campo de juego: le dicen Explosivo. También exhibe un aspecto que lo podría llevar al cine: si se dejara siempre el bigote de manera permanente, aprobaría cualquier casting para un western mexicano. Con él, Los Ticos se clasificaron con dos fechas de antelación respecto del final de las Eliminatorias. El, como casi nadie, entiende el significado que para los costarricenses tiene el seleccionado nacional. Lo aprendió en su primera experiencia, entre 2004 y 2005. Lo demuestra ahora, con su festejo entre abrazos. Y con sus palabras: “Esto es para todo el pueblo de Costa Rica, que tanto se merece esta alegría”, dijo en la cornisa de una nueva emoción, tras la victoria frente a Italia.
En Costa Rica, tras estos días de realismo mágico, los futbolistas de este plantel ya son superhéroes perpetuos. Sucede que en este territorio de casi cinco millones de habitantes, una frase adjudicada a Albert Camus se transforma en verdad en cada ocasión que La Sele juega: “Patria es la selección nacional de fútbol”. No es casualidad: en este país sin ejército, el equipo representativo se fue transformando en un símbolo de defensa nacional, tal como lo indica el escritor Juan Villoro en su libro Dios es redondo. Lo que sucedió tras la notable actuación en el Mundial de Italia 90 (llegó a los octavos de final, como ahora) es otro testimonio al respecto. El entonces presidente Rafael Calderón brindó las siguientes palabras: “Hemos esperado más de 30 años para esto y nos han dado lo más maravilloso que ha ocurrido en la historia costarricense (…), lo más grande que nos ha dado Dios”. Esa dimensión alcanza el fútbol en Costa Rica. Por eso ahora, 24 años despues de la otra hazaña deportiva, habita una certeza entre Los Ticos: más allá del desenlace, la fiesta está garantizada. Por varios días y por varias noches.