Publicado En: Jue, jun 7th, 2018

Columna de Gustavo Saldaña: “Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin futuro”

Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro

 

Diego Portales Palazuelos fue muchas cosas. Comerciante, ministro y gobernador de Valparaíso, y además nuestra historia lo señala como el estadista que organizó la República. En tan solo catorce  años, mediados entre el establecimiento del estanco de tabaco en favor de la Sociedad Portales, Cea y Cía, y el asesinato del ministro en el Cerro Barón, gracias al talento y obra de aquel hombre Chile paso de ser un Estado a merced de los caudillos militares de turno a ser una República organizada, con instituciones funcionales, y una posición fuerte en la América del Sur. Además fue un visionario, capaz de anticipar la amenaza contra nuestra soberanía del imperialismo estadounidense y europeo.

Pero el mayor mérito del ministro fue el lograr dar forma a la Nación Chilena. Si bien los chilenos poseíamos características que culturales, históricas y de idiosincrasia que nos unían, no existía ese vínculo a la tierra natal. Con Portales ese pueblo despertó de sus 300 años de letargo colonial y finalmente el Yungay fue el roto chileno en su máxima expresión derrotó al enemigo exterior. Sin embargo, la Guerra contra la Confederación le costaría la vida a Portales.

El 4 de junio del año 1837, a las tres de la madrugada, Diego Portales fue asesinado por órdenes del Coronel Juan Antonio Vidaurre, en el marco de una sublevación para detener el movimiento de tropas al Perú. Según el historiador Francisco Antonio Encina, al ministro lo mataron de dos balazos (uno en el anular que le reventó la mandíbula y otro en las costillas) junto con 35 bayonetazos, para posteriormente despojarle de todo objeto de valor.

Sin embargo, el plan de Vidaurre fue un fracaso, y la obra del ministro perduró en el tiempo. No solo todo el país lamentó y condenó aquella infamia, sino que aun mayor respaldo nacional tuvo la expedición contra la Confederación Perú-Boliviana que amenazaba nuestra frontera norte, y no se aceptó otro resultado que no fuese su la victoria total, con el restablecimiento de la independencia de Perú y Bolivia.

De su muerte han pasado 181 años. En aquella oportunidad, no solo fue multitudinario el lamento popular por la muerte del ministro, sino que en Valparaíso, donde había ejercido el cargo de Gobernador, la municipalidad a solicitud de los vecinos pidió conservar el corazón de Diego Portales en la ciudad. Lo que hoy nos puede parecer extraño, y hasta macabro, era una costumbre de la época que veía este acto una profunda señal de respeto y admiración.

Hoy, en Chile y especialmente en Valparaíso, nada se ha realizado para conmemorar a Don Diego Portales. Nada. Ni siquiera un acto, una ofrenda floral en el monumento ubicado en el lugar donde le fusilaron o en su estatua en Santiago. Tampoco el regimiento Maipo, aquel de donde salieron los asesinos, realizó homenaje alguno.

Los chilenos somos un pueblo ingrato con nuestros héroes, quizás más a causa de historiadores que han tomado partido por ideologías sobre las cuales han vaciado los hechos acomodándolos a gusto. Los liberales mantuvieron su odio irracional a la obra del ministro, al punto de que Vicuña Mackenna intentó fabricar en Vidaurre un mártir liberal. Historiadores de extrema izquierda, quizás por el fuerte uso de la figura portaliana por Pinochet, han tratado de asimilarlo a un dictador, señalando Gabriel Salazar que “Portales fue el Pinochet del siglo XIX” siendo secundado en esto por el seudo-historiador Jorge Baradit.

La realidad sin embargo ni los liberales ni la extrema izquierda la cambian. Hasta 1973, casi nadie tuvo dudas de la figura del ministro: Allende, Pinochet, Aguirre Cerda, Carlos Ibañez del Campo, Nicolás Palacios y Balmaceda concordaron en que fue el gran estadista que organizó la República. No vengamos por ende a lanzar al lodo más inmundo su obra, al nivel de que en el aniversario de su fallecimiento ningún homenaje fuese promovido ni por el gobierno ni el municipio de Valparaíso. Como correctamente reza la inscripción de una gradería del Estadio Nacional, un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro.

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Gustavo Saldaña

Estudiante de Derecho
Universidad de Valparaiso