Campanas de bronce, por Cristián Labbé Galilea
Campanas de Palo… Campanas de Bronce
Cristián Labbé Galilea
En la tertulia de esta semana, mientras los asistentes trataban febrilmente de imponer sus opiniones sobre “los cuadernos de las coimas” o la sorpresiva enfermedad del Cardenal Ezzati, uno de los parroquianos interrumpió informando sobre el cambio de gabinete… ¡La sorpresa fue total!
Para algunos resultaba innecesario… “es muy temprano, van solo seis meses”; para otros, poco relevante… “pudo ser más a fondo…” ¡Así es la política! No hay como darles el gusto a todos.
A los más avispados parroquianos les sorprendió que la acusación a tres ministros de la Corte Suprema, por parte de un grupo de congresistas de oposición, no fuera lo más importante de la semana.
Conversamos largamente sobre el tema y sobre lo impresentable que resultaba que una minoría -además de odiosa- ruidosa, cuestionara un fallo judicial ajustado a derecho y en plena concordancia con los estándares internacionales en materia de derechos humanos, por el solo hecho de no ser funcional a su espíritu de venganza.
Coincidimos en que, si bien se trataba de un asunto exclusivamente político, y que por lo tanto no debería prosperar, esta acusación era una clara evidencia de que, para el sector más radical de la oposición (minoritario por cierto), los fallos de los tribunales son aceptables sólo si favorecen a sus intereses políticos.
El cuestionar una sentencia como la referida, después de haber acogido “oficialmente” en nuestro país a un criminal como Honecker, o de haber cohonestado las violaciones a los derechos humanos en Cuba, y en los países de la órbita socialista, así como excusar a violentistas como Tellier, es una demostración palpable del doble estándar que -en estos temas- inspira a la izquierda y que, de paso, amilana e intimida a la derecha.
En lo sustantivo estuvimos de acuerdo en que, la mayoría que sigue a la distancia estos enviones por presionar a la justicia, espera con optimismo que los integrantes del Poder Judicial no se dejen amedrentar por ofensivas comunicacionales o por “ruidosas funas callejeras”. (Amen)
Con todo lo que se dijo no pude resistirme a relacionar lo comentado -“los cuadernos argentinos”, las complicaciones eclesiásticas, la acusación a los jueces, la persecución a los militares…-, con los lamentos que “Martín Fierro” deja escapar dolorido por la triste suerte del gaucho en aquellos tiempos… y que me parecen aplicables perfecta y libremente a la situación que afecta a nuestros militares:
(…) Él nada gana en la paz/ y es el primero en la guerra/ no le perdonan si yerra/ que no saben perdonar/ porque el gaucho (el militar) en esta tierra sólo sirve para votar/…
(…) Para ellos son los calabozos/ para ellos las duras prisiones/ en sus bocas no hay verdades/ aunque la razón les sobre/ que son “campanas de palo” las razones de los militares…
Considere mí leal parroquiano que “una campana de palo”, no tañe, no llama, ni se hace oír; sin embargo, el odio y la venganza siempre suenan como… “campanas de bronce”.