Bachelet da la espalda a su Ministro del Interior y de Hacienda, generando dudas de continuidad de los Secretarios de Estado
Comienzan los rumores de una eventual renuncia del Ministro del Interior y de Hacienda, tras el discurso de Bachelet en el “Cónclave” de la izquierda gobernante, en que la mandataria simplemente dio la espalda a las políticas mesuradas y de centro que buscaban los ministros alcanzar para estabilizar el desprestigiado gobierno.
En entrevista al Diario La Tercera, la mandataria aseguró que se “equivocaron quienes pensaron que se acercaría al centro”.
A la luz de las interpretaciones contradictorias que ha generado, incluso después del cónclave que tuvo con los partidos, ¿sigue creyendo hoy que el concepto del “realismo sin renuncia” era el adecuado para graficar el foco que iba a tener el gobierno en esta nueva etapa?
Es absolutamente adecuado haber dicho: ‘Mire, estamos en un momento en que tenemos por un lado ciertas restricciones económicas -porque las estimaciones sobre las cuales se basó el programa de gobierno sin duda cambiaron. Nos quedan 32 meses, miremos todas las cosas que queremos hacer, cuáles vamos a alcanzar a realizar, cuáles son más importantes, cuáles imprescindibles y aquellas que se van a hacer, pero lo que tenemos que definir es la gradualidad. Ese ejercicio consiste en priorizar, redefinir. Hay un escenario más estrecho desde el punto de vista económico, pero hay cuestiones que nos parecen trascendentales, que no se renuncia. Por ejemplo, no está en cuestión la gratuidad universal en educación. Lo que sí, a lo mejor, no lo vamos a poder cumplir en los seis años que dijimos, sino que demorará un poquito más. Ese es el tipo de ajuste, de realismo, pero la meta se mantiene. Las redefiniciones tienen que ver con algunos elementos que han tomado mucha fuerza hoy, como -por ejemplo- la seguridad ciudadana.
El concepto se compone de dos partes, la de la “no renuncia” quedó bastante clara en su intervención del lunes. La parte donde surgen las visiones contrapuestas es más bien la primera: la del realismo. Y las lecturas contrapuestas se sustentan en que, al parecer, la visión de realidad que tienen los ministros Burgos y Valdés es más inquietante de la que usted misma expuso para reafirmar buena parte de su programa.
Las interpretaciones de los medios son de lo más insólito que puede existir. Siempre buscan quiebres, diferencias. No es así. Conversé mucho con el comité político sobre lo que habían sido las reuniones que habían tenido con los presidentes de los partidos, cuáles eran las expectativas, las preocupaciones, y ellos mismos me entregaron un conjunto de insumos para el discurso. Por lo tanto, yo comparto plenamente el escenario que los ministros Rodrigo Valdés y Jorge Burgos tienen, en el sentido de que tenemos que actuar de manera realista. Realismo puede querer decir a veces ‘mira, esto que yo había dicho que iba a hacer, no se puede’. Pero tú puedes decir -por ejemplo- ‘mire, vamos a focalizarnos en 20 hospitales y si podemos hacemos más de 20’. Eso es realismo. En ese sentido, hay mucha interpretación, que no refleja para nada lo que pasó en el cónclave, para nada. Fue una conversación muy abierta, muy franca, con todos, y sin duda puede haber personas con puntos de vista diferentes, porque en la Nueva Mayoría hay matices. Sin embargo, yo diría que el cónclave fue percibido por todos como muy exitoso, en el sentido de que aquí lo que necesitamos es avanzar unidos tras una hoja de ruta común y que estamos todos de acuerdo con aquello.
Usted menciona que siempre hay personas que tienen determinados matices. La crítica que se hace a propósito de la frase del ‘realismo sin renuncia’ ha terminado reviviendo un cuestionamiento más permanente que se ha hecho al estilo de liderazgo que usted ha ejercido, y que tiene que ver con la falta de definiciones más concretas, con una suerte de ambigüedad de la que se quejan algunos dirigentes de la propia Nueva Mayoría. ¿Cómo responde usted cuando le toca oír esta crítica?
He leído y puedo imaginar de dónde vienen muchas veces determinados comentarios. Sin embargo, en base a lo que usted dice, pareciera que cuando hay definiciones, tampoco les gustan. Entonces, la pregunta es si se trata de un problema de no tomar decisiones o de si no concuerdan ellas.
Además del escenario económico, la otra parte del realismo es la baja de la popularidad de su gobierno, de las reformas y de su persona. El cónclave, de hecho, coincidió con una encuesta que la pone incluso con peores niveles de aprobación que Piñera. ¿Cómo aborda el tema de la baja de popularidad?
Lo abordo preguntándome qué no hemos hecho lo suficientemente bien, dado que soy una convencida de que los distintos procesos de cambio que se están llevando adelante benefician a la gente. Y favorecen, por cierto, a los más pobres y vulnerables, pero también a la clase media. Sin embargo, no hemos sido capaces ni personal ni globalmente como gobierno, tal vez, de explicar de mejor forma de qué manera esos cambios van a ser beneficiosos en sus vidas. Por un lado, ha habido dificultades de comunicación, pero por otro, también de gestión de las reformas. A eso se suma la agudización de un fenómeno que en Chile se da hace ya algunos años, que es una tremenda desconfianza en los líderes políticos, en las instituciones, y que en esta ocasión también me ha afectado a mí.
¿Y por qué, Presidenta? En algún minuto se dijo que su popularidad era incombustible. Podía bajar el gobierno, pero no su apoyo personal.
No creo en la tesis de que haya gente incombustible. Eso no es así. Hay muchas cosas que pasaron y que instalaron una desconfianza.
Se refiere a lo que pasó con Caval…
Entre otras cosas. Los temas de la política y los negocios hicieron que al final todos seamos sospechosos de cualquier cosa. Y creo que eso no le hace bien al país, ni que haya gente que a través de las redes sociales instale mentiras que luego son muy difíciles de desinstalar, por ejemplo.
¿Cómo cuáles?
Un determinado empresario puso en su Twitter una cosa sobre mí que era falsa. Se le contactó y se le dijo que cómo era posible que escribiera eso y él dijo: ‘Bueno, es que yo retuiteé lo que me llegó’. Después pidió excusas, dijo ‘en verdad esto no corresponde, no puedo estar insinuando este tipo de cosas’. Se trataba del típico tuit que dice ‘sería tan malo para la República que la fulanita haya hecho tal o cual cosa’. Y esto pasa con mucha frecuencia, porque el anonimato provoca impunidad en las redes sociales y muchas veces se instalan cosas que después se reproducen en otros lados, incluso en medios de prensa. Uno esperaría más rigurosidad y seriedad a la hora de interpretar, decir o publicar distintas cosas, porque se ha llegado a un nivel en el que la dignidad de las personas ha sido cuestionada en aspectos que no son justificables.
La popularidad le aseguró siempre amplios grados de autonomía para tomar decisiones. ¿No se siente condicionada ahora por la baja en las encuestas? ¿No la obliga a cambiar en algo sus formas, sus maneras de relacionarse con su coalición, por ejemplo?
Lo primero, es que yo siempre he dialogado y escuchado. Eso no tiene nada que ver con los resultados de ninguna encuesta. Yo tengo dos encuestas, la que veo en los medios y la de la calle. Y en la calle, la gente me dice otras cosas. Y claro, una se pregunta si será que invitan sólo a los amigos, pero también estoy hablando de actividades en comunas donde los alcaldes no son de la Nueva Mayoría y la gente me pide que siga adelante. Obviamente que esa no es una encuesta cuantitativa, yo no mido, no sumo, no divido, pero quiero decir que eso que me pasa en terreno, también me nutre. No me puedo alimentar tan sólo de las encuestas, de los análisis de prensa o de lo que un grupo determinado piensa o señala.