El azufre no es tan diabólico como lo pintan
El azufre no es tan diabólico como lo pintan. Es el noveno entre los elementos más abundantes en el Universo. En el futuro podría ayudar a alimentar al planeta.
La razón más obvia para su “satanización” es la relación de este elemento químico con los volcanes y las aguas termales, donde los gases de ácido sulfhídrico y dióxido de azufre emergen de las ardientes entrañas de la Tierra y reaccionan entre sí para formar azufre y agua.
También olor del azufre evoca materias poco agradables.
Aunque el azufre elemental en sí es inodoro, el que estamos percibiendo -dióxido de azufre- es uno de una variedad de hedores que los compuestos azufrados pueden emitir. La presencia de ácido sulfhídrico expide ese olor inconfundible a huevos podridos, gases de la digestión y volcanes.
Esos compuestos a menudo son asociados con putrefacción, lo que quizás explica la razón por la que nuestras narices han evolucionado para detectarlos a niveles tan ínfimos como unas pocas partículas entre un billón.
Sin embargo, resulta que la disposición que tienen los átomos de azufre para enlazarse es muy útil. En nuestros cuerpos, el azufre ayuda a formar el pelo y las uñas: largas cadenas de proteínas llamadas queratina, que el azufre ayuda a mantener unidas. Cuando la gente se riza o se alisa el cabello, los átomos de azufre se desenganchan temporalmente, lo que permite darle al pelo otra forma antes de que se vuelvan a acoplar y a fijar la nueva forma.
Esa misma propiedad ha sido explotada en la industria.
Charles Goodyear, en el siglo XIX, descubrió que si le añadía azufre al látex -la viscosa savia del árbol de caucho- creaba un material más firme y durable, que usó para producir los primeros neumáticos.
El proceso llegó a ser conocido como la “vulcanización”, por el dios romano del fuego (y los volcanes), Vulcano, y todavía se usa para hacer caucho.
El azufre también puede servir para hacer que el asfalto sea más duradero y resistente a las grietas y juega un papel similar si se mezcla con concreto y los plásticos que se usan en los autos.
Sin embargo, el uso principal en estos tiempos -alrededor del 95% por volumen- es para hacer el aterradoramente corrosivo ácido sulfúrico, H2SO4.
Las compañías mineras vierten ácido en los yacimientos para extraer minerales valiosos como cobre, níquel, vanadio y, sobre todo, fósforo. De esa manera, cerca de la mitad del azufre del mundo va a la producción de fertilizadores de fosfato que se usan para aumentar el rendimiento de los cultivos y alimentar al planeta.
No sólo el ácido sulfúrico ayuda a producir fertilizantes de fosfato, sino que el elemento azufre es, en sí mismo, un nutriente para las plantas y los animales (0,25% de nuestro cuerpo está compuesto de azufre, y no es sólo el pelo).
Hay que tener en cuenta que, aunque parezca mucho, el exceso de azufre con el que contamos hoy en día no va a durar para siempre. Eventualmente, el petróleo y gas ácido se acabará o el mundo dejará de explotarlos, pues pasará a usar fuentes de energía más limpias y potencialmente más baratas.
Entre tanto, con la población global en camino a alcanzar los 10.000 millones para mediados del siglo, la necesidad de aumentar las cosechas se intensificará y eso implicará mucha demanda de azufre, tanto como fertilizador en sí mismo como para producir otros.