Al Sisi cuelga el uniforme militar para concurrir a las elecciones
Derrocó en julio al entonces presidente Mursi y lideró la represión contra los islamistas
Dice que acudirá a las urnas para “servir al pueblo” y hacer de Egipto un país moderno
El todopoderoso jefe del ejército egipcio Abdelfatah al Sisi puso ayer punto y final a meses de especulaciones. El urdidor del golpe de Estado que frustró la primera experiencia en el poder de los Hermanos Musulmanes renunció a su cargo a última hora de la tarde, colgó el uniforme y estrenó traje de civil para convertirse en candidato a presidente del país más poblado del mundo árabe. ”Es la última vez que me verán con este uniforme. Tuve el honor de llevarlo para defender la nación y hoy (por ayer) me lo quitaré para continuar defendiéndola”, declaró en un discurso a la nación retransmitido por la televisión estatal. “Anuncio humildemente mi intención de aspirar a la Presidencia de Egipto. Estoy respondiendo a la llamada del pueblo”, agregó.
En tono cercano, Al Sisi subrayó los “duros desafíos” que afronta el país con “millones de jóvenes desempleados” y una ” “economía débil” y prometió “recuperar y reconstruir Egipto”. Durante la alocución, avanzó incluso las claves de un programa electoral volcado en lograr un “país moderno y democrático” y “libre de miedo y terror”. “Una nación para todos sin exclusión”, insistió quien ha liderado desde hace nueve meses la campaña de represión más feroz en décadas contra islamistas y disidencia secular. “No puedo ofrecer milagros pero sí trabajo duro y abnegación”, aseveró tras señalar que es tiempo de “detener intrusiones y faltas de respeto”. “No interferimos en los asuntos de otros países y no aceptamos interferencia en los nuestros”.
Al Sisi, de 59 años, presentó su dimisión en una reunión de la cúpula castrense a la que asistió el presidente interino Adli Mansur, recién aterrizado de la cumbre de la Liga Árabe en Kuwait. En el encuentro, fue elegido su sucesor. El hasta ahora jefe del estado mayor del ejército Sedki Sobhi, de 58 años, fue ascendido a general por Mansur y toma las riendas de una institución enfrascada en sofocar la insurgencia yihadista que ha logrado llevar su desafío desde su territorio original, la península del Sinaí, al delta del Nilo y El Cairo.
Intensa campaña de propaganda
Aupado por una intensa campaña de propaganda en la calle y los medios de comunicación, la carrera presidencial de Al Sisi carece de rivales. Los Hermanos Musulmanes -vencedores en las cinco citas con las urnas que precedieron a la asonada, incluida las presidenciales- han sido catalogados como “organización terrorista” y varios candidatos han renunciado a competir con el ya ex militar. El único contricante en liza es el naserista Hamdin Sabahi, quien ya participó en las presidenciales de 2012 y quedó en tercer lugar.
Odiado por unos y venerado por otros, Al Sisi tiene ante sí una misión casi imposible. En un país de más de 83 millones de habitantes, su legión de seguidores le considera el “hombre fuerte” capaz de restaurar la estabilidad tras tres años de inestabilidad política que han arruinado la economía y mejorar las condiciones de vida de la mitad de la población hundida en la pobreza. Sin experiencia de combate y desconocido hace tan solo dos años, su único aval es la “mano de hierro” con la que ha administrado el país desde la asonada. Desde entonces, más de 3.000 personas han muerto y más de 21.000 han sido encarceladas.
Y mientras los uniformados cerraban filas en torno a su candidatura, las calles volvieron a ser escenario de la polarización que ha hecho descarrilar la transición hacia la democracia. Las protestas de los partidarios del derrocado Mohamed Mursi se saldaron con al menos un muerto y una treintena de heridos. Un joven de 18 años perdió la vida en los choques entre estudiantes y policía en las inmediaciones de la universidad de El Cairo. En otra vuelta de tuerca de la persecución judicial, la fiscalía egipcia abrió ayer dos macrojuicios contra 919 islamistas por asesinato de seis policías, intento de homicidio de medio centenar de personas e incitación a la violencia. El anuncio se produce después de la condena a muerte de 529 simpatizantes de Mursi dictada el pasado lunes por un tribunal del sur del país.