Perú y Vizcarra, del “exilio” en Canadá a la lucha contra la corrupción en su país
Este ingeniero civil de 56 años, con experiencia en el sector privado y una larga trayectoria como funcionario técnico, llegó a la presidencia casi de casualidad. Pedro Pablo Kuczynski (PPK), un economista que ganó las elecciones de 2016 a pesar de haber obtenido apenas el 21% de los votos en primera vuelta, lo había elegido como vicepresidente.
Cuando PPK fue destituido en marzo de 2018 por el Congreso —controlado por el fujimorismo—, Vizcarra estaba recluido en Canadá como embajador. Allí había tenido que ir tras renunciar a su cargo como Ministro de Transportes para evitar que ese mismo Parlamento lo removiera. Como aún conservaba la vicepresidencia, pudo volver al país para jurar como presidente.
Al darse cuenta de que su plan original de conciliar con la insaciable mayoría fujimorista no iba a dar resultado, lanzó una cruzada contra la corrupción y se preparó para un enfrentamiento abierto. El conflicto terminó esta semana con la mayor crisis institucional desde la salida del poder de Alberto Fujimori en noviembre de 2000.
“Inicialmente se lo consideró muy conciliador con la mayoría fujimorista en el Congreso. El punto de cambio fue la revelación de casos de corrupción de jueces en el puerto del Callao, que involucraron a varios miembros del Consejo Nacional de la Magistratura y a algunos miembros de la Corte Suprema. Cuando el fujimorismo se negó a removerlos de su posición, Vizcarra inició una campaña anticorrupción que lo llevó a convocar a un referéndum constitucional. Las constantes denuncias han creado tal rechazo ciudadano que cuando Vizcarra empezó a enfrentarse con la mayoría parlamentaria, la ciudadanía rápidamente se puso de su parte. Como no tiene un partido político, su única fuente de poder político es la opinión pública, y atacar a la corrupción es un tema ganador”, explicó Julio F. Carrión, profesor de ciencia política y relaciones internacionales de la Universidad de Delaware, consultado por Infobae.
Tras las masivas manifestaciones populares de apoyo, los poderes públicos se alinearon detrás del mandatario. Los jefes de las Fuerzas Armadas y de la Policía le manifestaron explícitamente su respaldo, y Aráoz renunció el miércoles a la presidencia interina a la que había jurado ante el Parlamento disuelto.
“Lo que Vizcarra busca es un nuevo Congreso que apruebe varias de la reformas políticas y contra la corrupción que introdujo algunos meses atrás—continuó Carrión—. La renuncia de la presidenta interina nombrada por el Congreso refuerza la mano de Vizcarra, que definitivamente está ganado esta confrontación política”.
Los legisladores rebeldes denunciaron un golpe de Estado y presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional, pero no está claro si este se va a expedir sobre el tema. En cualquier caso, con el paso de los días, el Presidente se consolida cada vez más.
“Vizcarra es producto de sus circunstancias. Llegó a la primera división de la política peruana como vicepresidente de un mandatario que tuvo que renunciar al descubrirse su vínculo con la corrupción del Lava Jato. Antes fue gobernador de una pequeña región andina favorecida por el canon minero. Se lo conocía como un político discreto, de perfil bajo, aunque con fama de buen gestor. Una vez instalado en el Palacio, y roto el arreglo con la mayoría fujimorista para suceder a Kuczynski, Vizcarra recogió las banderas de la lucha anticorrupción emprendida por un grupo de fiscales y jueces probos, y las convirtió en un objetivo político de su gobierno: el impulso a una reforma política y electoral que el fujimorismo bloqueó hasta el último momento”, dijo a Infobae Enrique Fernández-Maldonado Mujica, sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Con información de Infobae