¡Muera el que no Piense como Yo…!
En mis tertulias de la última semana, a las que asisten parroquianos de diferentes credos y desiguales niveles de observancia de sus cultos, afloró repetidamente entre los temas la pregunta: ¿qué se iba hacer este fin de semana? Unos al litoral, otros al campo, -viajes para allá, viajes para acá-, pero lo que no apareció muy nítidamente fue el sentido del asueto: la Semana Santa.
Lo anterior, en ningún caso es una murmuración sobre mis devotos feligreses, quienes estoy seguro han asumido una actitud de recogimiento durante estos días (¿?), sino más bien es una constatación de una actitud generalizada en nuestra sociedad: ¡este es un feriado largo y hay que aprovecharlo!
Esta realidad sugiere la necesidad de dedicar algunos instantes de esta festividad judeocristiana a la reflexión sobre cuestiones valóricas, como por ejemplo: la intolerancia, tema que está haciendo mucho daño a nuestra convivencia ciudadana.
Es cierto, nuestro país no es “la copia feliz del edén”, pero tampoco es “un valle de lágrimas”, donde lo único que se puede cosechar sean tribulaciones y angustias. Como todo entramado humano tenemos problemas, desencuentros, injusticias -mil y un vicios- pero eso no es motivo para que afloren el odio, el rencor, el desprecio, ni mucho menos la violencia y la intolerancia.
En el último tiempo hemos sido testigos de conductas y actitudes deleznables de una izquierda violenta e intolerante, no solo de palabra sino también de hecho. Basta ver en los medios de comunicación algún programa o foro político para comprobar el hostigamiento y la irreverencia de los panelistas de izquierda -incluso de los mismos periodistas- con cualquiera que no piense como ellos.
Hace poco días, al interior de una universidad, un ex candidato a la presidencia de la republica fue violentamente atacado y golpeado por individuos de izquierda al intentar exponer sus ideas. Como dijo un parroquiano: “Para condenar el lucro en la educación hay tiempo, argumentos y recursos, pero para condenar la violencia en los centros de pensamiento superior… “todos se hacen los cuchos”.
Lo anterior me dio la oportunidad para recordarles a mis feligreses el pensamiento de Thomas Jefferson -autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776)- gran defensor de la libertad, la república, la democracia y la tolerancia, quien escribió: “Tolero con la máxima amplitud el derecho de otros a que sus opiniones difieran de las mías” y “jamás me inclinaré a través de las palabras o las acciones, ante el templo de la intolerancia, ni admitiré el derecho a inmiscuirme en las opiniones religiosas de los demás”.
Ante “el silencio reflexivo” de mis contertulios (seguro producto de la semana santa) concluí nuestra sesión semanal haciendo referencia a Voltaire, (escritor y filósofo francés, 1694 – 1778, figura intelectual dominante de su siglo y uno de los principales pensadores de la Ilustración) quien fue también un incansable luchador contra la intolerancia, quien con un lenguaje sencillo defendió la convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones. Maestro de la ironía y del sentido del humor dijo: “Muera el que no piense como yo”. Lo que nunca supuso Voltaire era que la izquierda, con su odio e intolerancia, iba a tomar su sarcasmo al pie de la letra.