¡Exijo una explicación..!
A punto de iniciar estas líneas, las que pensaba dedicar al guirigay que hay entre el gobierno, la fiscalía, carabineros y la PDI, donde cuesta creer quién miente y quien dice la verdad, donde la machi Linconao aparece ahora como una “blanca paloma” y donde todos saben -pero nadie dejar entrever- que las filtraciones en la fiscalía se deben a líos de faldas del fiscal, revise la prensa y quede… “épaté”
Uno de los diarios de mayor circulación del país, a raíz del cambio de gobierno, anunciaba como gran cosa y con titulares de portada: “Autoridades salientes y entrantes protagonizan inédita jornada de reuniones bilaterales…” ¡Quede turulato!
Busqué reacciones. Llamé a uno de mis viejos amigos con quien vivimos -en condiciones muy diferentes- una experiencia similar, hace la módica suma de 28 años. La respuesta fue lacónica: “que te sorprende, nunca se reconocerá lo ejemplar que fue la transmisión del poder cuando Pinochet le entrego el gobierno a Aylwin el año 90”.
Pensé, ¿cómo era posible que la infame y pertinaz campaña destinada a destruir la imagen de quien -en los 70- derrotara a la izquierda y que encabezara un gobierno tan exitoso, hubiese logrado amilanar incluso a sus partidarios?
¿Cómo se puede olvidar que, en una fecha similar, el año 90 el gobierno militar le entregó el poder a un gobierno civil, su encarnizado opositor, con toda formalidad y transparencia en un acto pleno de respeto cívico el que fue admirado por el mundo entero y al que asistieron varios mandatarios y autoridades internacionales, partiendo por el vicepresidente de los Estados Unidos?
Habiendo formado parte, por disposición del Presidente Pinochet, de la comisión de traspaso del mando y siendo el encargado de las comunicaciones de su gobierno como ministro de estado, puedo dar fe de que se trató de momentos muy especiales.
Carlos Cáceres, Jorge Ballerino, Hernán F. Errazuriz, por un lado y por el otro, Edgardo Boeninger, Enrique Krauss, Enrique Correa, fueron reuniendo ministerio por ministerio, servicio por servicio, a quienes entregaban y a quienes asumían, en un clima republicano, nunca antes visto.
Eran los finales de los 90, la guerra fría estaba en sus últimas horas, había caído el muro de Berlín, se daba cuenta del término del apartheid en Sudáfrica, la unificación alemana marcaba el triunfo del mundo libre sobre el socialismo soviético y Francis Fujuyama proclamaba “El fin de la Historia”. Chile se había anticipado a los tiempos: dieciséis años antes había tomado el camino correcto.
El país mostraba un claro regocijo, Aylwin y quienes llegaban al poder, así como Pinochet y las Fuerzas Armadas que entregaban el gobierno, no ocultaban su satisfacción en una republicana ceremonia de transmisión de mando. Los militares honrábamos la palabra empeñada e instalábamos el concepto de “misión cumplida”…
Fueron momentos de paz, de respeto y de reconocimiento que duraría poco, el mundo político iniciaría muy luego su lenta y sistemática metamorfosis hasta llegar al clima de represalia e inquina que prevalece hasta hoy frente al gobierno militar.
A días del cambio de mando y al comprobar, una vez más, cómo se va cambiando la historia, no me queda más que decir (como Condorito), ¡Plop, Exijo una explicación!