Moro viejo no fue nunca buen cristiano
En estos días no es fácil fraguar algunas ideas… sin caer en el expediente fácil de la crítica generalizada, y en la visión negativa sobre lo que sucede en nuestro país. Cómo no, sí las “malas” noticias copan los informativos y las páginas de los diarios; la bronca entre los personajes públicos es brutal; todo el mundo se queja; nos inundan los “llantos” de dirigentes políticos, sectoriales y gremiales; en la calle la gente anda intolerante y odiosa; para que seguir… si todos lo vivimos.
Lo peor es que es una realidad indesmentible… ¡las cosas no andan bien por ningún lado!
Sin embargo, me resisto -esta semana al menos- a sumarme a las condenas y a las protestas. Estamos en un año de elecciones y es ahora cuando debemos pensar positivo y asumir que podemos cambiar esta tendencia negativa por una positiva: de unidad, de paz ciudadana, de crecimiento económico y social… Es decir, recobrar el clima de libertad, respeto y tolerancia.
Mientras pensaba en cómo expresar en pocas líneas este “cambio copernicano” de actitud, me acorde que alguna vez en mi juventud había leído la historia de un “viejo” que enfrentaba su destino con fuerza y confianza, conjugando siempre la cordura, la coherencia y la consecuencia con el respeto a sí mismo y a los demás. Objetivo que el protagonista logra siguiendo una conducta que articula el rechazo al caos con una vida sencilla y llena de fe en el ser humano.
Ese veterano –Santiago- es el personaje principal de la novela de Ernest Hemingway “El viejo y el mar” (The old man and the sea, 1950). Se trata de una apología sobre un viejo pescador que no se cansa de luchar contra todo tipo de vicisitudes y adversidades. Lo hace sin desmayo, como si con cada obstáculo creciera y surgieran nuevos recursos para afrontar la traba siguiente. Él Sabe que “el mundo está lleno de depredadores”, pero eso no lo convierte en un ser pesimista, muy por el contrario, nunca pierde su fe en la victoria.
En su relato el escritor norteamericano nos muestra como ese viejo pescador, manteniendo sus convicciones y dignidad, su ilusión y su grandeza, logra -a pesar de toda la adversidad-, salvarse y “abrir la luz de nuevos soles”. Santiago, -viejo pescador- es ese tipo de personas a las que se puede “echar abajo” pero no derrotar.
“El viejo y el mar” nos enseña cómo debemos actuar en la búsqueda de nuestros sueños y metas, cómo debemos tener fe en nosotros mismos y cómo no debemos desfallecer ante los desafíos, por difíciles que parezcan.
En la realidad de nuestra contingencia, seducidos por las encuestas, hay quienes con moderado optimismo y con poco entusiasmo respaldan “el mal menor”; otros creen que inclinarse por una alternativa diferente –en primera vuelta- no sirve, porque en ello hay riesgo… y estamos los optimistas, los que creemos que: ¡sí se puede!
Inspirados en el “el viejo y el mar” debemos seguir nuestros ideales, por convicción y doctrina, porque al final… ¡algo bueno se ha de lograr! En ningún caso, debemos dejarnos arrastrar por la “teoría del mal menor”. Bien sabido es que… “moro viejo no fue nunca buen cristiano”, ¡al moro ya lo conocemos!
Cristián Labbé Galilea