Hombres buenos y mujeres buenas, por el escritor Joaquín Hameau
Hombres buenos y mujeres buenas
El título de esta entrada se inspiró en un libro de Arturo Pérez Reverte que se llama “hombres buenos”, que acabo de terminar, que a mí me ha gustado mucho y que me dio la idea para escribir sobre esto. Si pueden, les recomiendo que lo lean, es muy interesante.
Entrando al tema, para mí, los hombres buenos y las mujeres buenas, son aquellos individuos comunes y corriente que tienen sus códigos, valores, ideales, y se esfuerzan por vivir en coherencia con ellos. Si tú, lector o lectora, que estoy seguro eres de los buenos, en algún momento de tu vida te enfrentas a situaciones en la que sabes te estás traicionando a ti y a tus ideales, sean cuales sean, porque los ideales de cada persona pueden ser distintos y eso hay que respetarlo. Pelea. Pelea igual que si estuvieras siendo atacada por una jauría de lobos y tu vida dependiera de ello. Porque de cierta manera, depende. Y es que cuando nos traicionamos a nosotros mismos, es cuando todo empieza a ir cuesta abajo con una rapidez abrumadora, y entonces, sin darnos cuenta, perdemos el control y nos estrellamos. Y despertamos tiempo después del accidente (si tenemos la suerte de despertar), tristes por no haber sido fiel a nuestros propios códigos e ideales, que nos ayudaban a enfrentarnos mejor a la vida, a la nuestra, a la propia. Dándonos cuenta que hemos estado viviendo lo que otros querían que viviéramos, pero no lo que nosotros queríamos vivir. “No se suponía que la vida era mía”, pensamos, “Tengo que tomar urgente una decisión”. Entonces tenemos dos opciones. Salimos a buscar de nuevo a la jauría de lobos para que terminen el trabajo, o asumimos que somos hombres buenos o mujeres buenas, y precisamente porque los somos nos equivocamos, actuamos a veces con cobardía, mentimos, perdemos la esperanza, decimos que sí cuando queríamos decir no, pero no por ello dejamos de intentar ser fieles a los ideales y de luchar por la vida que soñamos. Y es por no renunciar, por perdonarnos cada vez que fallamos, por combatir para conservar lo que los demás ya han entregado, que los hombres buenos y las mujeres buenas, al final, lo consiguen. Y sus esfuerzos, sus acciones, aunque al morir nadie escriba sobre ellas, o se las recuerde, seguirán generando ondas que se expandirán eternamente por el mar del tiempo y que inspirarán a otros a no desistir y seguir intentándolo, de la misma forma que las ondas de los que ya no están, alguna vez, los inspiraron a ellos.