Sin lloriqueos…
José Pedro Lira
A raíz de que asumí la responsabilidad de mantener semanalmente esta columna, después de la arbitraria detención de su titular, mi amigo el coronel Labbé, he estado más observante que lo habitual sobre algo que me hacía ruido desde hace tiempo… ¿Qué pasa con nosotros los chilenos en estos tiempos de modernidad, posmodernidad, globalización, o como se quiera llamar a la contingencia?
Es probable que usted también haya percibido algún cambio…. Según mi “barómetro social” nos hemos transformado en un país que, sin haber perdido totalmente el rumbo, avanza a duras penas a bahías inciertas, nada de halagüeñas y, lo que me parece más delicado, hemos dejado de ser ese terruño que, por el carácter de su gente, era reconocido como singular y único en el contexto hispano parlante.
A donde uno vaya y con quien une trate, puede comprobar que los chilenos hemos cambiado mucho, ya no somos ese huaso que Hernán Godoy U. en su libro “El carácter chileno” definía como “ladino, medio bruto, tranquilo, sacador de vueltas, pero sagaz”
Sin entrar en profundidades y en fundamentos académicos como lo hizo Godoy y más tarde Pablo Hunneus, me atrevería a aventurar -producto de mi aguda observación- una nueva clasificación del carácter nacional (valido para hombres y mujeres)… hoy nos fraccionamos en dos categorías… los odiosos y los aspiracionales.
“Los odiosos”, que son los menos. Pero que producto de su agresividad, su intolerancia, su destemplada forma de expresarse… pareciera que son los más y que están en todas partes: en la calle, en el bus, en el restaurante, en la tienda, al volante, en bicicleta, por donde uno ande. Su ofuscación se ve agravada si se entra en temas políticos y si uno comete “el desatino” de confesar que… no es de izquierda o que no le interesa la política…
En otra categoría están “Los aspiracionales” que son (somos) la gran mayoría, los que aun conservamos ciertos rasgos del carácter chileno típico… pero que el contexto nacional e internacional nos ha ido templando, por no decir endureciendo, nos hemos puesto poco deliberantes, inseguros, siempre “políticamente correctos”, sin entrar en discusiones estériles (de ningún tipo) nos hemos metalizado y nos movemos por la legítima aspiración (ambición) de un mejor pasar, pero… sin mirar para el lado, “solo nos miramos el ombligo”.
Hasta aquí todo bien… pero de mi observación concluyo (y por eso la comparto con ustedes) que esa minoría odiosa se ha tomado el país, o dicho de una forma más directa… nosotros que “hacemos la pega” y que nos dedicamos “aperradamente” a trabajar, se lo hemos cedido “graciosamente” con nuestra apatía.
Me lo dijo -así de claro- un viejo caporal: “ya poh´ don José Pedro… o hacen algo ahora, (para estas elecciones), o después no anden lloriqueando…”.