DE MAL SUEÑO A PESADILLA
Por Cristián Labbé G.
Revisaba mis apuntes semanales y todo parecía seguir un derrotero fácilmente predecible: la economía, si no sigue cayendo, está paralizada; la inseguridad campea; una nueva catástrofe confirma que el gobierno no ha aprendido nada; ni que decir en el tema político: “nada nuevo bajo el sol”, las encuestas se mantienen lineales, sube uno y baja otro, “pero poquito”, el resto estancado y la mayoría “ni idea”…
Trataba de entender lo que significaba esta inercia cuando, como en un cuento infantil, me quedé dormido para despertar “En un lugar… de cuyo nombre no quiero acordarme” y donde el protagonista no era “un hidalgo caballero de esos de lanza en ristre…” sino una caterva de señores políticos a quienes, como al personaje de Cervantes, se les había secado el cerebro y no por leer novelas de caballería, sino por no leer… ni lo que firmaban y ni mucho menos lo que aprobaban.
Las desvaríos de tan curiosos protagonistas no se debían a querer salvar a una bella doncella, ni por luchar contra el mal o por conceder ayudas a sus escuderos (léase electores) sino porque, alienados y olvidados de la realidad, estaban obsesionados por su propio bienestar…
El Rocinante corcel de don Alonso Quijano había sido reemplazado por “retroexcavadoras” sobre las que iban bien “montados” estos satíricos personajes que -sin dirección alguna- destruían lo que se le pusiera tanto por delante como por detrás: los pilares de la institucionalidad política, económica y social; el empleo; las leyes laborales; la carga tributaria; las AFP; las ISAPRES; la educación pública…, todo lo iban dejando en ruinas, todo lo que había sido modelo a nivel mundial, ya no era sino “una mancha” en el mundo de la sociedad libre.
En mi experiencia onírica los disparates de estos “caballeros” se sucedían en todo momento. Al bueno de Mambrino, (el emprendedor barbero) lo asaltaban y a los malos, un grupo de galeotes llevados a cumplir pena, los protegían y los dejaban en libertad; no es distinta la suerte que corre la bella Dulcinea a quien empujan a libremente abortar, ni el destino de los niños del SENAME desamparados en “aldeas” donde son abusados… Así, en mis sueños, estos faranduleros personajes políticos van campeando por las llanuras de este austral rincón del mundo.
Todo ocurría sin grandes resistencias, los habitantes del lugar vivían en un estado de sopor, sin capacidad de reacción… todo apuntaba, según las encuestas, a que en el futuro seguirían gobernados por los mismos de siempre.
Pensé que si Cervantes pudo rescatar de su locura a don Alonso con la ayuda del Señor de los Espejos… sería una buena idea que los “aldeanos desencantados” salieran de su marasmo haciendo lo mismo: poner a estos funestos personajes (en las próximas elecciones) frente al espejo de las actuales circunstancias para que se vieran tal cual son en la realidad y cómo son vistos por sus electores. ¿Si a Cervantes le resultó, por qué a nosotros nos habría de fallar…? Puestos frente al espejo de la verdad los señores políticos deberían reaccionar y los aldeanos podrían vivir felices y contentos….
El inconfundible ring del celular me sacó abruptamente de mi alucinación… era un contertulio, quien después de escuchar pacientemente este sueño cervantino, me corrigió: Te equivocas, en nuestro país la realidad supera tu fantasía, aquí más que un montón de espejos, lo que nos hace falta es un Solzhenitsyn que nos haga ver que no estamos… “En un lugar de la mancha” sino camino a un Archipiélago Gulag…