ABDUCIDOS EN NAVIDAD
Cristián Labbé Galilea.
Me aprestaba a escribir estas líneas semanales -material tenía de sobra- pero fui abducido de mis meditaciones por un amigo que me llamó y me espetó: “¡UF…, por fin pasó la Navidad! Tanto correr y apremiarse para que apenas pasadas algunas horas todo siga igual… Y se nos viene ahora el año nuevo…”
Es la pura y santa verdad, la vorágine del mundo actual nos tiene alienados… Vivimos en una lucha permanente, contra todo, contra todos, contra el tiempo; Vivimos revolcados en un “gardeliano Cambalache”… Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador / Todo es igual… lo mismo un burro que un gran profesor /…Los inmorales nos han igualao…/ Si otro roba en su ambición da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón… cualquiera es un señor…
Cuando volví de tan negativa abducción lo hice con la certeza de que estas dos fechas, a las que hacía referencia mi desanimado amigo, eran quizá las más importantes del año y a las que mayor atención deberíamos prestar… La Navidad por su carácter espiritual y valórico, nos sugiere sutilmente que la vida es algo más que lo meramente material, y el año nuevo, concreto y mensurable, nos advierte con realismo sobre un factor tan inalterable como es el tiempo…
Sin embargo, la Navidad tiene hoy un solo protagonista, el “Viejito Pascuero”… Me pregunto cuántos niños (incluso grandes) internalizan, remarcan, cultivan en esta fecha el valor de la paz, de la armonía, del entendimiento, de la concordia… tan ausentes en un mundo cada vez más odioso, con más confrontaciones, con más violencia. Basta mirar nuestra realidad…, cuánto rencor, cuánta intolerancia, cuánta tirria, cuánto resentimiento… ¿Cómo no hay algún líder, estadista, alma poderosa (de la estirpe de Gandhi, Juan Pablo II, Martin Luther King), que pacifique los espíritus de los chilenos, que ignore los grupúsculos odiosos animados solo por la venganza y el lucro que puedan mal obtener con el dolor de otros? Estoy pensando en algún paladín que enarbole las banderas de la unidad, de la tolerancia, del orden, en definitiva, que se las juegue por los valores del espíritu.
Por otra parte, en las próximas horas tendremos una nueva oportunidad para relacionarnos con el tiempo… “Viene un año nuevo” y por algunas horas volverá el optimismo, pero advierto que el presente será muy corto, además el pasado está muy cerca y no lo podemos cambiar y del futuro nadie sabe nada. Ahí tenemos sin embargo una gran oportunidad… “hagamos las paces con el tiempo…” Aprendamos que el pasado es pasado, y sea que nos genere alegrías o tristezas no puede gobernar nuestras vidas, hagamos las paces con el pasado. Así será más fácil estar en paz con el presente y poder convertir el futuro en algo diferente: es decir, en algo bueno.
Alguna vez, entre Navidad y Año Nuevo, cuando era pequeño leí una historia que hablaba de valores y tiempos… se trataba de un niño que le pregunta a su octogenario abuelo… ¿Tata, cuántos años tienes…? El anciano lo quedo mirando y le dijo: “entre 10 y 15…” Sorprendido el niño replico: ¿cómo así…? El abuelo le respondió… “es lo que creo que me queda de vida… por eso estoy dedicado a vivirlos en paz y con la mayor felicidad… así que ven para acá y dame un abrazo… que eso me hace feliz”.