POLÍTICA: Pokemones o realismo virtual
Es asombroso observar cada día más personas del mundo real (que a simple vista se ven normales) obnubiladas capturando “Pokemones” en un mundo virtual… Me pregunto, ¿por qué, si la situación del país va de mal a peor? ¿Cómo es que resulta más atractivo cazar figuritas virtuales que preocuparse de la contingencia política? La respuesta posiblemente excede la moda y aun el escapismo: “la política se quedó en el pasado”. Meses y meses (si no años) discutiendo lo que a nadie le importa, los partidos no cautivan y, a la hora de buscar liderazgos, cualquiera pone cara de pregunta: “¿seré yo, maestro?” Resultados: tenemos partidos sin militantes, como “batallones sin soldados”, y candidatos para “dar y regalar” sin que, ni unos ni otros, logren concitar mínimo entusiasmo. Por supuesto: mucho más fascinante es cazar “Pokemones”.
Urge, por ende, un “agiornamento” del mundo político. Es imperioso pensar y actuar de una manera completamente diferente a como se está haciendo, dejar atrás los mitos de una vida republicana basada en las militancias partidistas, superar la disociación de la vida real con la digital y olvidarse de una sociedad sufrida y pasiva. Aunque parezca paradójico, hoy… “lo real es lo virtual” y las redes han pasado a ser la clave de una sociedad activa.
Vivir y comunicarse en red no es un tema sencillo, es un cambio de paradigma que obliga a pensar diferente. Supone aceptar que se vive cada vez con mayor libertad e independencia. Significa vivir al margen de consensos obligatorios y partidistas establecidos por unos pocos que solo generan una suerte de estandarización de la creatividad político social.
Ante esta realidad, hay dos caminos: o nos dedicamos a cazar “Pokemones” y dejamos que el futuro lo construyan otros, o “nos ponemos de cabeza” a tejer una amplia red que enlace a toda esa enorme cantidad de desencantados y desafectados de la política contingente, para que a su vez ellos “viralicen” a quienes aún no estén “enredados”. La idea es que esta malla, a diferencia de otras tramas colectivas, respete la privacidad, acepte la diversidad y permita “entrar y salir” libremente sin tener que dar explicaciones. Se trata de una plataforma comunicacional, y no de una estructura piramidal, que evite la manipulación y el monopolio de la reflexión y de la información por parte de quienes manejan el “cartel del poder”.
Lo interesante de este desafío es que plantea la meta de tejer una red que permita a los diferentes nodos comunicarse libremente, lo cual, además de descentralizar la comunicación, posibilita la integración de personas hoy “dispersas e invisibles” para los actores políticos. Así, la ciudadanía independiente podrá erigirse en auténticos actores de un verdadero proceso democrático, en el cual los liderazgos, más que autoproclamarse, surgirían de manera natural y espontánea. Este entramado político comunicacional es la materialización concreta e histórica de la profundización de la democracia y de la libertad.
Algunos verán en esto un movimiento ciudadano, otros dirán que se trata de “ciberactivismo” y para los más debe ser comprendido como una estrategia que, utilizando herramientas modernas, genere la masa crítica suficiente de información y debate que trascienda y modifique de forma perceptible el comportamiento de los “señores políticos”.
Está claro que tejer esta red no es fácil, pero la receta no es esperar que las cosas las hagan otros, muy por el contrario, debemos integrar lo que alguien llamo una “ciberturba”, desde lo local, desde la comunidad más lejana o desde cualquiera que sea nuestro nicho de acción. Seamos realistas, sumemos descontentos a nuestra red y que otros cacen “Pokemones”.