El Papa busca que las mujeres puedan casar y bautizar
En un diálogo abierto con más de 900 monjas superioras en el aula de las audiencias generales del Vaticano, el Papa argentino abrió ayer audazmente una puerta cerrada desde los tiempos del cristianismo primitivo: la del diaconado femenino, que en un futuro permitiría que las mujeres ordenadas como diaconisas puedan bautizar, oficiar matrimonios y funerales y administrar algunos otros sacramentos.
La única decisión que anunció Francisco fue la de aceptar la sugerencia de las líderes de la Unión Internacional de Superioras –que le hicieron un bloque de seis preguntas- de nombrar una comisión oficial que estudie el papel de las diaconisas en la Iglesia primitiva, que “son una posibilidad para hoy”.
El diaconado es el primer escalón del orden sagrado. El segundo es el sacerdocio y el tercero el obispado. Para algunos especialistas, “por primera vez en la historia se abrirían las puertas del clero también a las mujeres”.
Con su estilo tan jesuita del “discernimiento”, Jorge Bergoglio puso en marcha un proceso, que va en la dirección de conceder a las mujeres un papel “determinante” en la Iglesia. Francisco ya ha dicho varias veces que “Juan Pablo II zanjó la cuestión”, negando definitivamente el sacerdocio femenino. Es evidente que no va a cambiar durante su pontificado esta línea, determinada en la carta apostólica “Ordinatio sacerdotalis” del 22 de mayo de 1994.
Karol Wojtyla escribió la carta mientras el mundo religioso se agitaba con las decisiones de los anglicanos que aceptaron el sacerdocio de las mujeres y más tarde su consagración como obispos.
El Concilio Vaticano I en 1870 había aprobado que el Papa es infalible si habla “ex cathedra”, es decir, de cuestiones dogmáticas.
Como confirmó más tarde el guardián de la ortodoxia de entonces, el cardenal Joseph Ratzinger (desde 2005 hasta su renuncia en febrero de 2013, fue Papa Benedicto XVI), Juan Pablo II utilizó la formula de la infalibilidad.
“Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia”, escribió el Papa polaco en el párrafo final de la carta apostólica de 1994, “declaro que la Iglesia no tiene modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
Solo Pío XII había precedido a Juan Pablo II una vez: cuando en 1950 declaró con la fórmula de la infalibilidad el dogma de la asunción de María. Al aceptar la creación de la comisión de estudio ante las 900 monjas superioras reunidas en el aula Pablo VI ayer, Francisco dijo que no era claro qué tareas cumplían las diaconisas al inicio del cristianismo. “¿Recibieron o no la ordenación?”, se preguntó en voz alta. Aclarar los puntos oscuros es una manera de responder a las demandas. Por eso aceptó. La comisión será útil para clarificar el rol de las diaconisas.
Jorge Bergoglio insistió ante otra pregunta en que “la Iglesia tiene necesidad de que más mujeres entren en el proceso decisional”. Hace unos días, el secretario de Estado, el número dos del Vaticano, considerado el “primer ministro” del Papa, dijo que su cargo en el futuro podría ser cubierto por una mujer.