Más que nada… una causa
Enfrentado a la exigencia de explicar las causas de mis últimas decisiones, se me imponen dos antecedentes, tan sencillos como auténticos: primero, a temprana edad fui asiduo lector de “El libro de los porqué”, sección imperdible de la enciclopedia El Tesoro de la Juventud, y en sus páginas aprendí que todo, hasta lo más sencillo, tiene una causalidad; en segundo lugar, cada vez que dicto un curso en la universidad empiezo representando a mis alumnos lo importante que es actuar movidos por causas que le den sentido a nuestras vidas. Apoyado en diversos ejemplos y personajes, unos más sofisticados que otros, sabios prohombres algunos, otros no tanto, trato de ir haciéndoles encontrar el sentido de sus respectivos procederes.
Con este ánimo, y en aras de pasar por encima de pequeñeces, distingo hechos y convicciones que confluyen para fundamentar y explicar la declinación de una candidatura, por bien aspectada que se presentara, y que renunciar a un conglomerado político tiene más racionalidad que improvisación. Seguro de que la verdad nunca daña a una causa y de que no es necesario entrar en “comidillos”, la verdad en este caso es tan escueta como profunda… ¡no había otro camino, la consecuencia me exigía renunciar!
La sucesión de hechos genera una base sólida sobre la que se apoya el actuar de cada uno y un proceder correcto hace a una persona (autoridad) coherente, consecuente y por lo tanto confiable y predecible.
Siguiendo los hechos en estricto análisis, antes que las causas, se conocieron los “sorpresivos efectos”: ¡Irrevocable renuncia a la candidatura a Alcalde y a la UDI! ¿Se veía venir? Claramente sí, abundaban las señales: “algo olía mal en Providencia”. Pero sin embargo ya entonces se ocultaba vergonzosamente la verdad. ¿Cuál era esa verdad? Que la candidata a la alcaldía ya había sido designada, por las cúpulas. ¿Primarias, encuestas? Nada lo cambiaría. Las cúpulas partidistas, por sí y ante sí, habían resuelto por Providencia.
Así, se dejó vencer el plazo para renunciar a los partidos e ir como independiente; se venció el plazo para inscribir las primarias…, se informó que había un acuerdo para ir a encuestas ¡y era falso! Entonces exigí: “Digan la verdad, o deberé decirla yo.”
Aparte de dimes y diretes varios, más o menos detalles, etcéteras y etcéteras, los hechos responden a una sola causa: falta de honestidad, faltas a la verdad, en las cúpulas.
Muchas personas se sienten inquietas y preocupadas al ver que las malas prácticas políticas persisten, y que por lo tanto la energía para participar en la gestión pública queda desprovista de brújula confiable. Las heridas que dejan en el ciudadano común y corriente las dirigencias políticas, son tan graves como las loas, abrazos y besos de quienes dicen querer cambiar las cosas pero que en circunstancias como esta “brillan por su ausencia”.
Con el entusiasmo que me da conocer a ciencia cierta la justicia y la razón de nuestra causa, continuaremos en la acción. Apoyados en la historia y en el convencimiento de que los vientos futuros son favorables, esperamos que otros se sumen a este nuestro sueño de una política más independiente, transparente y amplia.
Por Cristián Labbé Galilea.