Vacaciones Presidenciales
En mi ya larga trayectoria laboral, y al margen de la jerarquía, he tenido que vivir la experiencia de postergar las vacaciones y en algunos casos incluso suspenderlas a último minuto, por razones profesionales. También he sido testigo de cómo a mis jefes alguna vez les pasó lo mismo. A lo sumo, una única y común rebeldía: garabatos cuidadosamente dichos para que no los oigan los mandamases. Muy distinta era la situación a enfrentar en la casa, donde se volvía grave: no quedaba más que “agachar el moño” escuchando letanías tipo “¡y a mí que me importa cómo están las cosas en tú oficina…! ¡Ahora que tenemos todo listo…!” Mil reacciones equivalentes… y un solo resultado: la familia se iba de vacaciones y uno se tomaba los fines de semana.
Qué distinta parece hoy la situación en el sector público, donde las vacaciones, además de ser un derecho, son “sagradas”. Pase lo que pase y así se venga el mundo abajo, durante la temporada estival hay reparticiones que gozan de receso oficial… y otras que entran en un letargo donde los funcionarios deambulan como “almas en pena”.
Nadie discute que un razonable descanso es sano laboralmente, todos lo necesitamos. Lo que no es sensato es que tal descanso goce de “carácter religioso” y tenga prioridad sobre las urgencias de la organización o, en el caso público, sobre materias que revisten prioridad para la sociedad.
Para que no “les caiga el sayo”, los parlamentarios apuran en maratónicas sesiones una escuálida selección de cuatro leyes que les permitan irse de vacaciones con la conciencia tranquila… ¡Se hizo lo que se pudo…! ¡Si no quedaron muy bien, ya las puliremos en marzo! Total solo se trata de: la reforma a los partidos políticos; la reforma tributaria; el financiamiento de la política y otra que tampoco… tiene tanta importancia (sic)… ¡Qué poca vergüenza! Estos señores, más que vacación, necesitan vocación. Si esto ocurre en el poder legislativo piense en lo que sucede en las otras reparticiones públicas: ¿Don pedro? ¡No, él está de vacaciones! ¿Y el que lo reemplaza? ¡Salió recién!
Por lo mismo, sorprendió ver a la Presidenta, a raíz de las formalizaciones en el caso Caval, visiblemente afectada reconociendo que… como familia había vivido momentos muy difíciles. Apelando a lo emocional y a su rol de madre, buscó reinstalar su papel de “mama de todos” que tantos dividendos comunicacionales le ha dado. En solo un minuto, invocó la comprensión y compasión del ciudadano común y… ¡ni una palabra más!
Siendo este último tiempo el periodo de mayor confusión política, al decir de muchos el peor desde 1990 a la fecha, y cuando más se hacen necesarios liderazgos que ordenen la casa, el gobierno, acto seguido a tan lastimera intervención presidencial, señala, con todo desparpajo, que la señora presidente sale de vacaciones a partir de este momento… ¡increíble…! Estamos viviendo momentos muy complejos y sin embargo las principales autoridades ejercen su derecho a vacaciones y dejan de lado su deber de solucionar los problemas de una preocupante contingencia que muestra síntomas de desaceleración, desgobierno y acefalia.
Estas vacaciones presidenciales por desgracia solo buscan rehuir la difícil situación que vivimos y eludir los problemas que nos aquejan mediante un actuar como el de esa “larguirucha ave” que esconde su cabeza bajo tierra en la pueril actitud de “como no te veo, no me ves”.
Cristián Labbé Galilea